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Un destello de esperanza: el respeto a las mujeres practicantes en la escuela Sakya

Foto del escritor: Berta SáenzBerta Sáenz

Actualizado: hace 5 días

 En el budismo tibetano, existe un género literario que tiene especial importancia: el “namthar”, literalmente “historias de liberación de la existencia cíclica” (Benard, 2021, p. 12). Se trata de las biografías de grandes practicantes que muestran los frutos de la práctica del Dharma encarnados en vidas de personas más o menos como quien las lee o escucha. Desgraciadamente, son uno más de los ámbitos en los que se muestra la influencia del patriarcado.


Apenas hay hagiografías de mujeres. Y, para saber de sus vidas, debe recurrirse a biliografías de hombres, donde las mujeres aparecen a menudo sin nombre, o sólo en mención a su papel de madres, esposas, hermanas o tías. La situación es aún más sorprendente si se tiene en cuenta que los grandes referentes del budismo - sin ir más lejos, el Buda o Gurú Rinpoche, conocido como "el segundo Buda" - insistieron en la igual capacidad de despertar entre hombres y mujeres. Incluso Gurú Rinpoche dijo: “La base para despertar es un cuerpo humano. Hombre o mujer, esto no marca la diferencia. Sin embargo, si ella desarrolla el deseo de despertar, el cuerpo de la mujer es incluso mejor” (Benard, 2021, p. 2). Pero la realidad no ha sido fiel a la visión de estos maestros. Éste puede ser uno de los motivos por los que Gurú Rinpoche dice que es mejor un cuerpo de mujer: porque, para practicar, ha tenido que atravesar tantas dificultades para poder dedicarse a la práctica del Dharma, que su tesón multiplica los frutos en el camino.


Dado este escenario, se entenderá por qué queremos escribir sobre las mujeres y la práctica: porque sentimos que tenemos una deuda histórica con las mujeres que han practicado, y que todavía se alarga con todas las mujeres que quizás nunca llegarán a tener un contacto rico, sólido y riguroso con las herramientas introspectivas, intelectuales y meditativas de esta tradición contemplativa. Y nos lo pondremos fácil, mirando allí donde hay algunos motivos de esperanza, donde hemos encontrado respeto por las mujeres practicantes. Por eso nos detendremos especialmente en las jetsunmas de la escuela Sakya.


"Jetsunma" significa "mujer venerable". Aunque el título se utiliza dentro del budismo tibetano como reconocimiento de practicantes excepcionales en su madurez, en la escuela Sakya se otorga este título honorífico a cualquier mujer nacida en la familia Khön, la familia cuya función es representar y unificar el linaje de budismo tibetano al que pertenece Casa Virupa. Pero el privilegio no está en el título, sino que éste es síntoma de un respeto que se traduce en dar las mejores condiciones a estas niñas, chicas y mujeres para dedicarse a la vida espiritual y convertirse en grandes practicantes. A diferencia de la dureza y poco apoyo social, e incluso presión para casarse y dedicarse únicamente a trabajos domésticos que debían afrontar la mayor parte de mujeres tibetanas que se sentían inclinadas a practicar el Dharma -sólo hay que pensar en la tortuosa historia de la gran practicante Yeshe Tsogyal-, la situación de las jetsunmas es totalmente distinta. Reciben un respeto equivalente a los de los tulkus (reencarnaciones reconocidas de grandes maestros del pasado), se les dan oportunidades para estudiar y practicar desde muy jóvenes y se las sostiene materialmente, de modo que no deben casarse ni trabajar para sobrevivir. Tal y como explica Elizabeth A. Benard, el hecho es que tenían los mismos privilegios y oportunidades que sus hermanos, pero no las mismas obligaciones o responsabilidades, ya que ellos deben casarse y mantener el linaje, no pueden escoger ser célibes y tienen funciones de representación pública. Como decían dos jetsunmas refiriéndose a la situación previa a la invasión china: “Éramos libres. Se nos animaba a estudiar y a practicar, pero podíamos gozar de una vida más mundana: era decisión nuestra” (Benard, 2021, p. 19). Este pequeño homenaje sería absolutamente imposible sin el ingente trabajo de Elisabeth A. Benard, la autora de The Sakya Jetsunmas: The Hidden World of Tibetan Female Lamas (2021). El título habla por sí solo.


Se pueden destacar muchos aspectos de una bibliografía, en función de lo que llama la atención a quien la relata. Las bibliografías tradicionales, escritas desde una cultura sumergida en el budismo tibetano, y también desde la institución monástica, el baluarte de las enseñanzas y técnicas de esta tradición, destaca las iniciaciones, ciclos de enseñanzas, maestros y discípulos… Muestra un mundo: la sociedad himalaica consciente de la posible extinción del budismo después de la invasión otomana en la India en el siglo XII, y protectora en particular de los linajes vajrayana que habían florecido en la Tierra de las Nieves. Es imposible no hacer alguna mención a estos aspectos tradicionales cuando se habla de grandes practicantes Sakya. Pero, si en pocas páginas se las tiene que presentar, lo que más me conmueve y, por tanto, más me llama la atención tiene que ver con la inspiración que estas personas despertaron en las demás, la huella indeleble que han dejado en los corazones de sus discípulos que hace latir la confianza y la transmisión del Dharma.


No es extraño que la propia escritora de la fuente principal de este artículo comience justificando su interés por elaborar este libro en la fuerte impresión que le hicieron unos refugiados tibetanos que conoció en su primer viaje a Nepal, de quien destaca que “me sentí atraída por su actitud. Es difícil ponerle palabras, pero parecían genuinamente interesados ​​en conocer a sus semejantes, a sus compañeros humanos” (p. xiii). Fue tres años más tarde que este interés se afianzó cuando, en Nueva York, en un centro donde quería hacer un curso de sánscrito, conoció a tres tibetanos, en los que reencontró ese interés genuino por las personas. Tampoco debe extrañarnos que, finalmente, se acabara casándose con uno de esos tres hombres. Y que fuera el amor que él tenía por la cultura y la tradición tietana lo que le contagiara el entusiasmo necesario para iniciar una tarea que nunca nadie había llevado a cabo: la elaboración de un libro en inglés sobre las vidas de grandes practicantes femeninas de la escuela Sakya.


Y una de las fuentes más claras de entusiasmo por embarcarse en esta aventura es, de nuevo, la inspiración que le despertó una maestra de carne y hueso, Jetsun Kushok, de quien dice:


Cuando he estado con ella, en nuestras conversaciones hay una transición fluida entre lo secular y lo sagrado. Nada parece estrictamente secular ni exclusivamente sagrado. Estas supuestas polaridades, que a muchas personas les parecen separadas, no se perciben así en presencia de Jetsun Kushok. Ambas fluyen una hacia la otra sin límites claros. En su presencia, se siente una expansión del interés, el cuidado y el deseo de ayudar. Combina las maravillosas cualidades de sabiduría, poder y bondad (p. 6).


Estirando el hilo de la tradición que ha dado lugar a referendos como Jetsun Kushok, llegó hasta las vidas de las jetsunmas y también de todas las personas - madres, hermanas, maestros, hijos, padres… - que les marcaron. Nosotros tomaremos parte de este trabajo de cerca de 300 páginas y lo presentaremos en este breve artículo.


Antes de avanzar más, hacemos un par de advertencias. La primera es que, a diferencia de la mayor parte de artículos de Casa Virupa, éste no es un texto introductorio: daré por sentado que quien lee puede situar términos del budismo tibetano, y no me detendré a explicar qué significa “Sakya Trizin”, “Lamdre”, “iniciación”, por ejemplo. Y la segunda advertencia es que no pretendo hacer ningún tipo de resumen exhaustivo de las biografías mencionadas. Me daré por satisfecha dando a conocer sus nombres -que, en muchas de las fuentes tradicionales, permanecen en el anonimato- y algunas pistas para situarlas, aparte de algún detalle anecdótico que me parezca una perlita de inspiración.


Jetsunma Chime Tenpai Nyima (1756 - 1885 es)


Jetsunma Chime Tenpai Nyima fue una maestra excepcional dentro de la escuela Sakya, reconocida por haber instruido a cuatro Sakya Trizins, entre otros muchos discípulos. Fue la primera mujer sostenedora del Lamdre, el “Camino con el Resultado”, que constituye el núcleo de la filosofía y la práctica Sakya. Una curiosidad especialmente relevante para las conocedoras de esta tradición es que es la única maestra mujer que aparece en el linaje de Vajrayogini en la transmisión de Naropa. Aunque miles de practicantes repiten su nombre a diario, Chime Tenpai Nyima, la mayoría no saben que era una mujer, y menos que fue una monja altamente realizada. También es la única maestra que aparece en el linaje de la enseñanza “Separarse de los Cuatro Apegos”.


Jetsunma Tamdrin Wangmo (1836 - 1896)


Jetsunma Tamdrin Wangmo fue una maestra destacada y la segunda mujer sostenedora del Lamdre. Instruyó a su sobrina Kyabgon Pema Trinlei y también a tres Sakya Trizins. Uno de sus principales discípulos, su sobrino nieto y 39º Sakya Trizin, escribió su biografía, que evidencia su sabiduría e impacto. Aunque a menudo se recuerda como una lama muy amable, la tradición oral tambén la describe como una feroz Vajravarahi. Una historia contada por el actual Gongma Trichen relata como un oficial chino, conocido por ser muy mujeriego y atraído por la belleza de la Jetsunma, pidió audiencia con ella. Sus asistentes se opusieron, pero ella aceptó recibirle. Cuando el hombre entró en su presencia, se detuvo de repente y huyó despavorido. Cuando le preguntaron qué había pasado, dijo: «Vi un cuerpo humano, pero la cabeza aterradora no era humana; tenía la cabeza de un jabalí salvaje con colmillos feroces» (p. 71).


Además de sus cualidades como maestra, tuvo un papel clave en la resolución de un conflicto económico entre los dos palacios Sakya, el Phutshok Phodrang y el Dolma Phodrang, en 1883. Gracias a su intervención conciliadora, se evitó recurrir al gobierno central del Tíbet, hecho que habría prolongado el conflicto durante muchos años.


Kyabgon Pema Trinlei (1874 - ca. 1950)


Kyabgon Pema Trinlei, abuela de Jetsun Kushok y maestra de muchos lamas, entre ellos el reconocido Chogye Trichen (1920 – 2007), fue la tercera sostenedora del Lamdre. Fue honrada bajo el título de Kyabgon (Protector), un honor otorgado habitualmente solo a los hombres. Aunque no existe ninguna biografía dedicada a su vida, se puede reconstruir su trayectoria a través de fragmentos del diario de su hermano mayor y de los recuerdos transmitidos por los miembros de la familia Khön. Siguió los pasos de su tía abuela, Jetsunma Tamdrin Wangmo, aunque tenía un carácter más reservado. Ser mujer le supuso muchas dificultades, hasta el punto de que, en una ocasión, llegaron a enviar a la policía para impedirle dar iniciaciones en una zona controlada por una escuela que exigía permisos para las transmisiones, y más si quien las daba era una mujer. Sin embargo, ésta es una de esas preciosas historias en las que los propios agresores acaban convertidos en discípulos de la maestra.


Jetsun Kushok, su sobrina-nieta, la recuerda con mucho amor. Con ella, se teje un linaje de tres generaciones de mujeres practicantes que se enseñaron unas a otras, algo extraordinario en un mundo donde la transmisión de la práctica ha sido eminentemente masculina.


Jetsun Kushok (nacida en 1938)


Jetsun Kushok es una maestra de gran influencia con discípulos en todo el mundo. Es la cuarta y más joven sostenedora del Lamdre, iniciándose en la práctica a los seis años, empezando a enseñar a los once y convirtiéndose en sostenedora del linaje totalmente empoderada con sólo dieciocho años. Hermana del 41º Sakya Trizin, ambos recibieron las mismas enseñanzas y compartieron retiros. Esta precocidad no puede entenderse sin tener en cuenta las duras circunstancias de su infancia: su madre murió cuando ella tenía nueve años y el futuro 41o Sakya Trizin tenía tan solo dos. Poco después, también perdió a su padre y a dos de los cuatro hermanos. Ese mismo año murió el 40o Sakya Trizin, del otro palacio Sakya, el Phutshok Phodrang. En medio de la pérdida y la responsabilidad de sostener el linaje, los dos hermanos se vieron forzados a iniciar su actividad como practicantes y maestros mucho antes de lo habitual. Esta decisión fue providencial, ya que poco después muchos de los grandes maestros que les habían enseñado murieron y la invasión china alteró profundamente la situación del Tíbet, haciendo imposible recibir nuevas transmisiones. Entre sus grandes maestros se encontraba Jamyang Khyentse Chökyi Lodrö. Ese encuentro también permitió a Jetsun Kushok establecer una estrecha amistad con la consorte de Chökyi Lodrö, Khandro Tsering Chödrön, que duró hasta la muerte de la Khadro en el 2011.


Su historia muestra un carácter resolutivo y valiente. De pequeña, se disfrazaba de monje, por ejemplo, para sentarse con los tulkus cerca del Dalai Lama en algunas ocasiones especiales. Necesitó también mucha resiliencia. Tengamos en cuenta que, justo cuando terminaban las ceremonias de entronización de su hermano, recibieron la trágica noticia de la pérdida de Lhasa a manos del ejército chino. Y he aquí otra historia de exilio, de pérdida de todas las posesiones familiares, de culpabilidad por las personas a las que no pudieron ayudar una vez en la India. Y un relato de absoluta reinvención, más aún en el caso de Jetsun Kushok. El papel de su hermano estaba claro: debía ser el sostenedor de la escuela Sakya, pero ella quedó en tierra de nadie. Estuvo un tiempo en el que un cristiano le enseñaba inglés, y le acompañaba a misa todos los domingos. Pasó otra temporada en un programa de formación de enfermeras, en el que en realidad se dedicar a cambiar pañales, hacer camas y servir comidas, hasta enfermar por las condiciones poco higiénicas del lugar. Hasta que se llegó a la conclusión de que lo mejor sería que se casara. Tras fuertes resistencias, accedió, y ahora habla con mucho respeto y agradecimiento de su marido, que le ha apoyado en su vida tanto de mujer trabajadora como de maestra. El periplo siguió en Canadá, donde trabajaba y cuidaba de la familia, en la típica doble jornada de muchas mujeres en el mundo, con la extra de las horas de práctica para seguir sosteniendo los linajes que había recibido. Esa época le enseñó con contundencia a combinar la práctica con la vida.


Y la última parte de esta odisea comienza con su papel público. Fue su hermano menor quien la animó a empezar a enseñar de nuevo. Entendiendo las necesidades del tiempo, le dijo:


Tú, como laica, tienes un estilo de vida muy parecido al de las personas a las que enseñas. Tienes un hogar, un trabajo, y, por tanto, cuando enseñas, las mujeres occidentales pueden mirarte y pensar: "Si ella puede hacerlo e iluminarse, nosotros también podemos hacerlo e iluminarnos." Esto es beneficioso tanto para ti como para otros seres (p. 242).


Hace pocos años que se ha retirado, ya en su avanzada vejez. A lo largo de su vida, ha fundado muchos centros en Canadá, Estados Unidos, Alemania y Hungría, y tiene discípulos en todo el mundo. Benard, dando voz al oír al sentir sus discípulas, dice:


Jetsun Kushok es excelente la hora de tranquilizar a las personas ansiosas y preocupadas, dándoles consejos claros y concisos de forma decidida y directa. Es como un rayo láser, preciso y capaz de identificar exactamente el origen de la confusión. Si dispone de tiempo, te invitará a tomar un té y conversar. Al irse de su casa, muchos salen con una sonrisa maravillosa en el rostro y con una sensación de serenidad; son signos de su bendición (p. 245).


La vida de ambos hermanos resume toda la historia de la invasión china del Tíbet, el exilio, y la transmisión del Dharma a occidente donde, afortunadamente, las mujeres tenemos muchas más facilidades para acceder a la práctica. Y, para ello, es valioso contar con ejemplos de cómo, de toda la violencia, el miedo, la culpabilidad y la pena, pueden salir excelentes practicantes.


Bibliografía: Benard, Elisabeth A. (2021). The Sakya Jetsunmas: El Hidden World of Tibetan Female Lamas.


Nota: todas las citas son traducciones propias del original inglés.




1 Comment


Adam Japello
hace un día

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