En la línea del artículo anterior, vamos a traer a la luz el contexto desde el cual el budismo alumbró el mindfulness para desmarcarnos de las formas de autoayuda que utilizan las herramientas de esta tradición milenaria no solo sin citarla, sino desarraigándolas de su inspiración: la comprensión del sufrimiento como imperativo ineluctable de nuestra situación.
En este caso, nuestra aliado principal ya no será Eudald Espluga —un compañero valiosísimo en cuanto a la lectura crítica del mindfulness actual—, sino Alan Wallace, una voz muy presente en nuestras reflexiones por su conocimiento y experiencia profundas en la tradición del budismo tibetano y, especialmente, con la técnica de shamatha, “calma mental” o “mindfulness”.
Como esperamos haber explicado con claridad en el artículo anterior, una de las trampas de las terapias que prescriben la meditación en calma mental a diestro y siniestro consiste en presentarla como una herramienta aséptica, descontextualizada, que no cuestiona nada de nuestra situación y de las dinámicas de sufrimiento que padecemos y perpetuamos. Así, la meditación en calma mental se concibe como una inocua “dosis de relajación” para un sujeto incomprensiblemente hiperestresado, o como nuevas cualidades personales que el individuo suma a su currículum o a su lista de propósitos de “mejor empleado” o “mejor persona”.
Wallace también constata con cierta perplejidad esta comprensión “neutra” de la atención plena tanto dentro como fuera de los discursos budistas, y la contrasta con las enseñanzas básicas de esta tradición, especialmente con el Sutra de los cuatro fundamentos de la atención, en el cual el Buda Shakyamuni expuso esta herramienta meditativa a su comunidad monástica. Veamos cuáles son sus hallazgos.
El francotirador atento: una imagen vale más que…
Un francotirador escondido entre la hierba, que está esperando para disparar a su enemigo, podría estar silenciosamente consciente de cualquier cosa que surja en cada momento. Pero dado que está decidido a matar, está practicando atención plena incorrecta. De hecho, lo que está practicando es atención desnuda sin un componente ético.
Este fragmento recoge algunas de las diferencias claves entre la atención presentada como herramienta neutra y la atención cultivada en el budismo, como es el carácter crucial de la intención y la reflexión ética propias de la práctica de la meditación budista.
A este fragmento le sigue la indicación de que a sati (atención plena) la acompaña siempre sampajanna (comprensión clara), y que es “solo cuando estas dos trabajan juntas que la atención plena correcta puede llevar a cabo su propósito.” Pero ¿cuál es el propósito de sati? ¿Qué comprensión la acompaña? ¿Qué es la atención cuando no es atención plena? Hagamos el esfuerzo de definición que complete la imagen, tan clara, del francotirador mindful.
Atención desnuda vs atención plena
En las mismas escrituras budistas se encuentra la distinción entre “atención desnuda” y “atención plena”. La atención desnuda es, para esta tradición, “la fase inicial en el desarrollo meditativo de la atención plena”, y describe adecuadamente un estado de mente enfocado en un objeto, compatible tanto con la atención del francotirador como con la meditación que se practica como antídoto al insomnio, al estrés o a ciertos trastornos psicológicos o fisiológicos. Así pues, la versión más superficial y extendida de la calma mental, bajo lemas como “solo estar en el presente”, se corresponde a este estado de mente que rebaja la agitación mental y enfoca la atención.
Pero para Wallace —así como para cualquiera que conozca las aplicaciones pervertidas de este entreno mental—, el problema radica en equiparar la atención desnuda y la atención plena, ya que:
Cuando la atención plena se iguala a la atención desnuda, puede llevarnos con facilidad a la idea equivocada de que cultivar la atención plena no tiene nada que ver con la ética o con el cultivo de estados mentales saludables y el atenuar los estados malsanos. Nada podría estar más lejos de la verdad.
Por el contrario, sati se define como la capacidad mental de “no olvidar”; es decir, de recordar o mantener presente en la mente algo pasado —como, por ejemplo, una promesa o la respiración – algo futuro - como una idea inspiradora o un propósito— y, así, escoger de manera inquebrantable qué objetos ocupan nuestra experiencia presente. En definitiva, la atención plena se caracteriza por una continuidad de la atención, no por ser un mero espejo de lo que sea que aparezca en la mente, sino por fortalecer la capacidad de direccionarla. Y, debemos preguntarnos, ¿qué dirección orienta la atención plena? Justamente eso no proviene del propio entreno de la atención, sino de la reflexión ética y filosófica.
Bajo un criterio ético y una mirada sabia
Recuperando el artículo anterior, toda iniciativa humana interesante sale del reconocimiento del sufrimiento y del compromiso por aliviarlo. En este sentido, el entreno de la atención está totalmente interesado en la liberación del dolor que hallamos en nosotras y en las demás.
Por lo tanto, la mente atenta que estamos cultivando se consagra a entender las dinámicas de sufrimiento mediante la observación del cuerpo, de la mente, de las emociones, de las relaciones y demás. Así pues, la atención dirigida al servicio de esta empresa permite potenciar aquellos hábitos que reducen el sufrimiento y agotar por inanición los que lo refuerzan. En cooperación con la capacidad introspectiva, la atención plena tiene como función discernir los pensamientos, discursos, emociones que aparecen en nuestra mente y ser capaz de identificar cuáles queremos promover y cuáles preferimos evitar; en otras palabras, cuáles alimentan el dolor, el desdén, la inseguridad, la angustia o el enfado hacia nosotras mismas o hacia las demás, y cuáles nos dan dosis de tranquilidad, confianza, claridad y amabilidad. Ahí reside el poder revolucionario de la meditación, ¡que es que realmente puede cambiarnos! La atención desnuda, en cambio, sostiene lo que sea que aparezca en nuestra experiencia sin ningún tipo de intervención crítica, de reeducación, de comprensión profunda. Y, aunque la capacidad de no reaccionar ante lo que nos pasa es imprescindible para ganar comprensión y poder cambiar lo que nos parezca conveniente, limitarse a no hacer nada no es suficiente.
Por esa razón a las budistas no nos interesa una atención desnuda o neutra, sino bien armada. De hecho, sati se equipara a menudo con una protección de la mente. Buddhaghosa, por ejemplo, compara la atención plena con “un poste fijado en su objeto” y “un guardián que protege las puertas de la percepción”. Y a esta tarea se consagran tanto las meditaciones más enfocadas en samatha como las más propias de vipassana. Pese a la imposibilidad de practicarlas por separado, es cierto que ciertas técnicas están diseñadas especialmente para afinar la mente y, así, convertirla en un instrumento estable, despierto, vívido, amplio y relajado; en vistas a que se apliquen estas cualidades a vipassana, la observación de nuestras vivencias que nos permite comprenderlas y deshacer, desde la experiencia directa, nuestros engaños y movernos en el mundo desde una base profundamente realista y comprometida con aliviar el sufrimiento.
En definitiva, la manera más evidente de contrarrestar esta deriva acomodadiza de refugiarnos en la atención desnuda implica involucrarse en todas las dimensiones del entreno mental. De ahí que la enseñanza del Buda se presentase como un triple entreno (conocido como “las tres cestas” o “Tripitaka”) basado en la ética, el equilibrio mental o meditación y el estudio o la sabiduría. Todas estas dimensiones mantienen una ininterrumpida complicidad para su correcto funcionamiento. A estas alturas, quizás nos parece evidente que ningún propósito noble; ninguna verdad que se resiste a comprar un discurso autocomplaciente, derrotista o cómplice de la opresión; ningún compromiso moral, se pueden mantener si nos tumba la agitación mental, el aletargamiento o el aburrimiento.
En pocas palabras: no todos los gatos son pardos
Digámoslo sin tapujos: si tanto dentro como fuera de los discursos budistas constatamos un predominio de la atención desnuda, y una mejor recepción de esta comprensión descafeinada de la meditación, ¡es porque no problematiza ninguno de nuestros supuestos individualistas, consumistas, egocéntricos, victimistas o autocomplacientes! No estamos ante un mero problema terminológico:
Es mucho más que un problema de semántica. En el castellano comúnmente usado, el término atención plena simplemente significa estar consciente o atento. Sati tiene una connotación mucho más rica, […] Si no, la meditación budista se convierte rápidamente en una especie de mentalidad de “estar aquí ahora”, en la que se pierde la extraordinaria profundidad y riqueza de las tradiciones meditativas budistas.
La cuestión es y será siempre qué intención tenemos: seamos personas con un alto grado de atención, con recursos económicos, con habilidades retóricas, con don de gentes, con coraje, la pregunta es: ¿a qué las ponemos al servicio? Y Wallace responde:
Todo depende de nuestra visión e intención respecto a la meditación. Si lo que realmente queremos es una especie de terapia meditativa que nos ayude a aliviar el estrés, resolver problemas psicológicos personales y llevar una vida más equilibrada, no necesitamos maestros de meditación altamente cualificados. Pero en el que caso que nos pongamos unas metas más elevadas [...], entonces tenemos que confiar en aquellos que se han entrenado profesionalmente durante años en la teoría y la práctica de la meditación.
Si a alguien le convence seguir utilizando el mindfulness para relajarse, para anestesiarse, para continuar con su vida sin cuestionarse nada y rebajando las aflicciones que se le despiertan, adelante.
Pero para alguien que esté concernida, como lo está en budismo, con erradicar el sufrimiento y toda idea, creencia, dinámica que nos hace sufrir y que nos hace perpetradoras del daño, la atención desnuda, estar presente sin reflexión ética ni intento de comprender mejor nuestra situación, no tiene ningún tipo de interés. Si eso es lo que estás practicando, no estás practicando bien.
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Este artículo es la continuación de otro; si quieres leer el anterior, haz clic aquí.
Bibliografía:
Lama Ngawang Norbu, Enseñanzas del Curso de Meditación de Casa Virupa.
Alan Wallace, “Un equilibrio atento”. (Traducido por Casa Virupa)
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