Como mañana se celebra el Primer Giro de la Rueda del Dharma, es decir, la primera vez que Buda dio enseñanzas, copiamos en el blog un fragmento que ilustra el momento en que Buda decidió compartir con la humanidad su comprensión de la realidad y los métodos par alcanzar el despertar.
El estanque de Lotos - por Thich Nhat Hanh
«Cuando los niños regresaron a sus hogares, el Buda practicó la meditación caminando. Tras levantarse ligeramente el hábito para vadear el río, siguió un sendero entre dos arrozales hasta un estanque de lotos que le gustaba mucho. Allí, se sentó y contempló las hermosas flores.
Mientras miraba los tallos, las hojas y las flores, reflexionó sobre las diversas fases de crecimiento de un loto. Las raíces estaban enterradas bajo el fango. Algunos tallos no habían salido a la superficie mientras que otros, apenas emergentes, revelaban hojas enrolladas sobre sí mismas. Había flores de loto totalmente cerradas, otras semiabiertas, otras completamente abiertas y otras marchitas. Los lotos eran blancos, azules, rosas.
El Buda pensó que las personas no eran diferentes de las flores. Cada cual tenía su propia disposición natural. Devadatta no era como Ananda, Yasodhara no era como la reina Pamita, Sujata no era como Bala. La personalidad, la virtud, la inteligencia y el talento variaban mucho según las personas. El camino de la liberación debía exponerse de maneras muy diversas para adecuarse a todo tipo de seres humanos. Enseñar a los niños del pueblo era muy agradable, pensó, porque podía hablarles con simplicidad.
Los diversos métodos serían como puertas por las que los distintos tipos de personas podrían entrar y comprender la enseñanza. La creación de las "puertas del Dharma" surgiría de los encuentros directos con la gente, pues no existían métodos prefabricados que pudieran satisfacer milagrosamente las necesidades de todos. El Buda comprendió que debía regresar a la sociedad para hacer girar la rueda del Dharma y sembrar las semillas de la liberación. Habían transcurrido cuarenta y nueve días desde su Despertar. Era hora de marcharse de Uruvela. Partiría a la mañana siguiente, dejando atrás el refrescante bosque a orillas del río Neranjara, el árbol bodhi y a los niños. Primero iría a ver a sus maestros Alara Kalama y Uddaka Ramaputta. Estaba seguro de que ambos alcanzarían el Despertar rápidamente. Después de asistirles, buscaría a los cinco amigos con los que había practicado las austeridades y, luego, regresaría a Magadha para visitar al rey Bimbisara».
Tanto el texto como la preciosa ilustración pertenecen a la obra Camino viejo, nubes blancas, del monje y maestro budista Thich Nhat Hanh. Una joya editada en español por Ediciones Dharma y cuya lectura os recomendamos encarecidamente.