"Cuando un bebé se pone a llorar desconsoladamente, la nodriza suele hacer las más ingeniosas suposiciones sobre ese pequeño, sobre lo que le gusta y lo que le disgusta; con el auxilio de las leyes de la herencia, llega incluso a reconocer al padre en el hijo; estos experimentos de psicología se prolongan hasta que la nodriza descubre el alfiler, la verdadera causa del llanto.
Cuando Bucéfalo, caballo ilustre, fue presentado al joven Alejandro, ningún jinete había podido cabalgar ese temible animal. Un hombre corriente habría opinado: “Es un caballo malvado”. Alejandro, sin embargo, buscó el alfiler y pronto lo encontró: descubrió que Bucéfalo sentía un miedo terrible ante su propia sombra y, como el miedo hacía también saltar a la sombra, la cosa no tenía fin. Alejandro dirigió el morro de Bucéfalo hacia el sol y, manteniéndolo en esa dirección, consiguió tranquilizar al animal y agotarlo. El alumno de Aristóteles sabía que no tenemos ningún poder sobre las pasiones hasta que no conocemos sus causas reales.
Muchos hombres han refutado el miedo, y con sólidas razones, pero quien tiene miedo no escucha las razones, sino los latidos de su corazón y las oleadas de la sangre. El pedante razona sobre el peligro de tener miedo y el apasionado, sobre el miedo al peligro; los dos pretenden ser razonables y los dos se equivocan. Pero el pedante se equivoca doblemente, porque ignora la verdadera causa del miedo y porque no comprende el error del otro. Un hombre asustado inventa cualquier peligro a fin de explicar ese temor real y ampliamente constatado. Ahora bien, la mínima sorpresa produce miedo aunque no exista ningún peligro; por ejemplo, un disparo cercano e inesperado, o simplemente la presencia de alguien inesperado. El general Masséna se asustó en una ocasión de una estatua en una escalera mal iluminada y huyó a toda velocidad.
A veces, la impaciencia y el mal humor de un hombre son el resultado de haber permanecido de pie demasiado tiempo; no razonéis contra su mal humor, ofrecedle un asiento. Talleyrand, al afirmar que los modales lo son todo, dijo una gran verdad. Movido por el temor a incomodar, Talleyrand buscaba el alfiler y acababa encontrándolo. Todos los diplomáticos de hoy tienen un alfiler mal colocado en su ropa interior, de ahí las complicaciones europeas. Y ya se sabe que cuando un niño grita hace gritar a los demás; gritan por gritar. Las nodrizas, con un gesto propio de su oficio, colocan al bebé boca abajo; se producen otros movimientos y comienza otro régimen. Es un arte de persuasión poco ambicioso.
Los problemas del año 14 se debieron, en mi opinión, a que todos los hombres poderosos se vieron sorprendidos, y tuvieron miedo. Cuando un hombre se asusta, la rabia no anda lejos. La irritación sucede a la excitación.
Si se arranca bruscamente a un hombre de su ocio y su descanso, suele cambiar, y cambia demasiado. (Igual que un hombre despertado por sorpresa, que se despierta demasiado). Pero no digáis nunca que los hombres son malvados; no digáis nunca que tienen mal carácter. Buscad el alfiler".
8 de diciembre de 1922
Alain (Émile Chartier)